Publicado en Mayo 2010- ASEGURADORES
Día 1: Cuando crees que te han entendido, te equivocas.
Tras un viaje sin mayores eventos que las incesantes comidas a bordo y un video juego adictivo en la pantalla individual del asiento del avión, llegamos ayer sobre las 5 de la madrugada hora local, justo a tiempo para escuchar la llamada para rezar desde algún minarete cercano pero invisble en la oscuridad.
En Bengaluru hay contadas farolas y de noche dominan los negros, rotos solo por las luces largas de los coches y esas mismas farolas de vez en cuando.
La ciudad esta parece gigante y no sabemos bien a donde ir, ni siquiera nos queda claro dónde estamos. En el viaje desde el aeropuerto, tratamos de averiguarlo, pero Kumar,nuestro conductor asignado, tiene otras intenciones comunicativas:
-Where is the hotel?
-Close. 50Min.
-Is the hotel in the town centre or outside?
Silencio
-Is the hotel in the middle of nowhere?
-In the middle of nowhere madam
-Is it close to the town centre of bengaluru?
-Bengaluru, yes madam...
-If we want to do some seightseeing, where should we go?
-Seightseeing yes yes not a problem madam
Cuantos mas días pasan, mas pienso “keep it short and simple”, hasta el extremo de reducir mis frases a nombres y adjetivos “very nice”, “many temples”, “big statue”, “crazy trafic”. Te das cuenta de que todo lo que rodea a “golden temple” es superfluo: Is it possible to visit the Golden temple in a one day trip?”- Yes, Golden temple, nice.
Una forma de comunicación sin adornos ni futilidades vuelve la vida más sencilla y primaria, donde lo que cuenta es el hecho presente: que el Golden temple es nice y no los posibles sobre el mismo. Y de repente al no poder hablar de lo complejo de tu existencia europea, también dejas de pensar en ella. El mundo se divide en good, very good y not good y te vas relajando.
Nos hemos despertado sobre las 13h hora local. Tras echar a piedra papel o tijera quien se levantaba primero a hacer el te, y habiendo perdido Andrea, mi novio Italiano con acento de madrid y look inglés, hemos renqueado unas horas mas en la cama. Pasa el tiempo. Los musulmanes ya han rezado dos veces desde que nos hemos despertado. Finalmente descansados del viaje, decidimos con entusiasmo, salir de la habitación. Es casi de noche otra vez.
Los turistas en pareja siempre se reparten inintencionalmente los roles de poli bueno y poli malo: uno sale del hotel con el no por delante, para que no le engañen ni convenzan de nada, el otro que también sale con esa intención, se olvida al segundo, y se deja seducir por el exotismo de las sirenas en forma de conductor de rickshaw. El seducido implora al negativo y al final gana la sirena. Ya lo decía César “Divide et Vinces”.
Queríamos ir a Brigade Road, esa calle que tienen todas las ciudades con luces de neones y tiendas modernas. Nos abordó al primer paso un tipo: por 20 rupias nos llevaba a Brigade Road, nos pareció barato y montamos.
Días mas tarde he tenido una epifanía nada tautologica de esas que se tienen días mas tarde y nunca se piensan al instante: lo barato no es barato, es otra cosa.
Una vez montados en el rickshaw y con Andrea siguiendo la ruta por Google maps vimos como poco a poco y de atasco en atasco nos íbamos alejando de Brigade Road rumbo a:
-“My boss´s shop, very good shop”-
-“We don't want to go to a shop, we want to go to brigade road”
-“yes brigade road later, first my boss´s shop, one shop”.
Benditos turistas inocentes en la boca del lobo... A one shop le sigue otra shop y uno indefenso e enfuriado, uno comprende que no puede hacer nada. Unas dos horas más tarde y tras extenuantes peleas con los vendedores de las tiendas, el diablo de tres ruedas nos libera en Brigade Road.
Dia 4: En busca de Holi
En España antes de venir nos llegó un email alerta sobre una fiesta local llena de riesgos y peligros. El Holi festival o la fiesta de los colores que marca la entrada de la primavera coincidiendo con la luna llena se presentaba como un evento con potencial violencia religiosa, terrorismo, crimen, acoso, abuso sexual, drogas y disrupciones del tráfico. Además suponía riesgos para la salud por quemaduras, envenenamiento, asfixia, alergias y un sinfín de terrores nocturnos.
En el avión de camino a este potencial infierno festivo, en la revista del avión y en una de esas coincidencias cósmicas que solo ocurren un par de veces en la vida, había un articulo sobre Bengaluru, y en el, una foto del festival. En ese preciso instante me dí cuenta de que Holi era todo lo que yo siempre quise ver de la India. Me llené de emoción.
Mi búsqueda de Holi comenzó preguntando a Kumar, con quién ya habíamos asentado las bases de nuestra dinámica comunicativa:
-I have seen it is Holi festival. Where can we find the celebrations?
-Holi, yes madam
-Holi celebrations- people- where?
-Celebrations Holi, Indian Holi.
-Where?
-No.
Fui preguntando a todo aquel que me encontré, busqué por Internet, y en mi guía. Poco a poco descubrí que Holi se celebra más en el norte del país y que si bien, hay gente que se reúne con sus amigos para celebrar los colores, no existía un lugar donde ir a verlo. Encontrar una ocurrencia espontanea en una ciudad de mas de 7millones habitantes basada en la amistad que sólo ocurre un día al año no es tarea fácil.
Ese domingo, no obstante, salimos en busca de Holi, pero no lo encontramos. Y fueron pasando los días, entre templos, mercados, cabras y massala dosa y yo seguí buscándolo sin éxito. Días mas tarde y ya con Mahesh, el segundo conductor, acabé en Shri Bruhath Mukthi Naaga Temple, el mayor templo dedicado a la serpiente de la India, aun en contrucción. Había frente al templo un montículo de arena y piedra bastante alto, coloreado por polvos de todos los colores.
Naaga Temple
Como gran parte de mi conversación se basaba en reconocer lo que Mahesh, el conductor me iba enseñando, me acerqué al montículo y rozándolo casi con el dedo, pregunté:
-Holi?
-No, no Holi, King Cobra.
Brinqué hacia atrás soltando un gritito y en ese preciso instante, me resigné a dejar a Holi marchar.
Día 8: Los monos no son como las palomas
Imagino que si les viera a diario perdería la fascinación por ellos, como uno pierde la fascinación por las palomas, pero 17 días no son suficientes para perder la curiosidad por algo inusual.
Lo inusual aquí, son los montones de monos que circulan por los tejados y los arboles de Karnataka.
He visto monos sentados, con una postura similar a la de yoga, meditando tranquilos. La brisa les movía los pelos grises de la cabeza y de la espalda, y parecían ancianos de cabello alborotado, inquiriendo pensativos sobre la existencia y el vacío. Cuando les miro, parecen salir de su ensimismamiento y me devuelven la mirada, algo tan humano. Si no pensara que muerden, me sentaría a su lado a charlar.
He visto monos en los coches de los despistados, rebuscando en los bolsos y las bolsas, cotilleando, robando, comiendo, rompiendo. Los monos no perdonan los descuidos.
He visto familias de monos dormidos abrazados unos a otros, y en esa bola de brazos y piernas entrelazadas uno siente hasta envidia de su amor y cercanía para con los suyos.
He visto hembras embarazadísimas, y una mamá caminado con su bebé diminuto colgado de las tetas con firmeza. Me ha producido tanta ternura que he decidido compartir mi bocadillo con ella, y conmovida, he metido la mano en mi bolso para sacarlo. Mientras trataba de quitarle el envoltorio de papel he notado como algo me miraba y tiraba de mi falda hacia abajo.
Un macho de unos 70cm de alto se había rápidamente colocado de pie a mi lado, y me exigía el bocadillo con la mano libre. Debe de percibir que mi intención no es dárselo a él, y se pone a gruñir y a tirar más de mi falda. Respondo con un grito nervioso.
-“give him the food” me dice Mahesh.
Pero no quiero, porque he pensando para mi, que el queso le vendrá mejor a la mamá con todo el calcio para sus huesos y la leche del bebé asi que tiro un trozo de pan hacia un lado, que el mono sigue y aprovechando su descuido le tiro todo el queso a la mamá.
El mono pendejo se ha dado cuenta de mi engaño y desdeñando el pan como si fuera una piedra, salta hacia la madre y roba un trozo de queso al vuelo. Queso en mano, se gira y viene al trote hacia mi, gruñendo, evidentemente disgustado.
Lanzo el resto del bocata en otra dirección y echo a correr, mientras siento al mono malo y a otros como él pisarme los talones. “Bad idea, bad idea”- iba diciéndole a Mahesh entre gruñidos de fondo.
Salimos de ahí deprisa o mejor me dejan ellos marchar y yo, siento que los monos me siguen fascinado, pero son atracadores más efectivos que un yonki de barranquillas.
Día 12: Mi amigo Mahesh
Mahesh fue nuestro conductor asignado numero 2. Cambiaron al lingüista anterior a raiz de un desagradable conflicto entiendo causado por innumerables tristezas y asi nos despedimos de Kumar y llegó Mahesh. Él me abrió su corazón y con él, el de Karnataka.
Hace tiempo que sé, que para conocer un lugar hacen falta dos cosas: tiempo y un amigo local.
Incontables horas en el coche nos hicieron repasar la historia de la zona, con sus bandidos y sus super héroes, Veerappan, el Robin Hood hindú y cómo secuestró a Rajkumar, cómo éste se volvió loco después y lo que fue de la familia del bandido una vez muerto este. Repasamos la vida de Mahesh, que lloraba al nombrar a su madre, solo por amor, pues esta se encontraba en perfecto estado de salud y harmonia, Mahesh que se cayó por una pequeña catarata y me hizo re-jurar que no se lo contaría a su esposa, y que cada mañana me mostraba su herida de guerra: un moratón en el codo, que se le curó en 3 días porque según él las heridas curan mejor cuando se es vegetariano.
Visitamos España y el mundo a través de mis fotos, y la india en su coche a través de sus memorias.
Poco a poco todos los temas que importan cuando conoces a alguien fueron surgiendo, la religión, la comida, el matrimonio y los hijos, el trabajo, el dinero, los padres, la infancia, los sueños, la música y la muerte.
Mahesh se olvidaba la mitad del tiempo de que yo no era de allí, y me hablaba en su kannada natal, y yo con mis guías y diccionarios y mis libros de dioses e iconografia trataba de seguirle el hilo hasta que tristemente teníamos que aceptar que no le había entendido.
Dia 16: Las Joyas de Karnataka
Bengaluru- Market
Bengaluru, la capital, no es una ciudad bonita. La gente ve las fotos de la India con todos los colores, las ceremonias, ve limpias imágenes de templos increíbles y fotos de mujeres con sedosos vestidos brillantes caminando divinas por las calles, y ve las calles llenas de vida, de vacas y los niños de sonrisas blancas y se forma esa imagen bollywoodiense del pais.
Yo cada día busco un poco de esos colores y esa magnificencia, pero lo que veo siempre esta truncado por cables, cabezas, coches, andamios, basura y polvo y por encima de todo los gigantescos pilares que sustentarán el primer metro del país.
Bajo la luz implacable del sol que todo lo lava de un color ocre quemado, flotando en el aire una densa capa de contaminación amarilla, aparece una realidad homogéneamente caótica y descolorida, en constante movimiento, como en un video acelerado. Los cláxones se convierten en algo monótono, constante, un estimulo sin sentido una señal que no alerta. Hasta que una moto te pasa rozando los pelillos del brazo, y entonces te asustas y sales de golpe de tu ensoñamiento sofocado.
Hacer fotos chulas en la Bengaluru es tremendamente difícil.
Las cosas ocurren rápido, y a veces me inunda un pudor extraño cuando al mirar por la cámara a alguien que me mira buscándome los ojos. En los sitios únicos o especiales, está además prohibido hacerlas y uno se conforma con sus memorias gloriosas y su habilidad para contar lo vivido.
Pero la belleza, per se, no existe, uno la crea y la recrea, todo es ponerse. Y asi cuando te dejas, vas encontrando las pequeñas joyas y glorias que Karnataka tiene guardadas para ti. Los muros de la ciudad cuentan en dibujos las bellezas de la India y del estado, mejor incluso que la propia India. Estas pinturas contribuyen sin dudas a embellecer el espacio y poco a poco te das cuenta, de cómo, collar al cuello, Bengaluru se ha vestido de gala, solo para tus ojos. Y así, coqueta y tímida me muestra a sus niños sonrientes, vacas, colores y mujeres lavando la ropa al borde del río.
Uno ha de saber cuando viaja que sus excursiones pueden acabar tanto en la pedriza como en la catedral de Córdoba.
El palacio de Bengaluru, por ejemplo, claramente un visita indicada en todas las guías, no la merece, mientras que el palacio de Mysore te deja sin aliento.
Bengaluru Palace
Mysore Palace
El parque de Bannerghatta, al sur de la capital, podrías olvidarlo sin grandes penas,
Gyant Red Squirrel at Bannerghatta Park
mientras que los templos de Halebid y Belur a unas 5 horas en coche de la capital, me dejaron sin habla. Estos dos templos, las más artísticas y bellas reminiscencias de periodo regido por la dinastía de los Hoysala (SXII) tardaron entre 80 y 100 años en ser construidos. Prácticamente esculpidos a mano en todos sus recodos nos cuentan que están inacabados pero realmente son un tributo inigualable a la habilidad humana.
Belur
Halebid
El día de los monos me hallaba en Nandi Hills, una montaña en medio de un interminable llano, donde soplaba un dulce brisa, que ofrecía unas vistas de avión de la extensa Karnataka. Esta no era una visita épica, pero si agradable, entre amigos, que Mahesh y yo compartimos con todos los jóvenes que habían preferido subir a la colina a pasar el día antes que ir a clase.
Vistas y comida en Nandi Hills
Pero fue al irnos cuando la magia operó. Cuando yo ya no quería parar a ver más templos, habiendo visto cientos de miles, Mahesh insistió en parar y yo el no me lo dejé en Madrid hace unas semanas.
Jaine Temple nos esperaba, un templo de una belleza casi inigualable dedicado completamente al su dios fundador Mahaweera. El jainismo es una religión que surge hacia el SVI como reacción contra el ritualismo hindi y la autoridad de las vedas (cuatro textos sánscritos que forman la base del extenso sistema de textos sagrados del hinduismo) y la opresión de las castas, punto que comparte con otras religiones como el Budismo y el Sikhismo.
Mahesh y yo en Jaine Temple
Para mi frustración no me permitieron retratarlo, y a medida que se desvanecen mis memorias, me aferro con uñas y dientes al recuerdo de su silueta deliciosa recortada en medio de la nada.
Sravanabelagola, que visitamos en nuestro último fin de semana, a 154km de la capital, es una de las estatuas monotilitca más grandes del mundo y también uno de los centros de peregrinaje Jain más importantes. La estatua de Gomateshware se encuentra exactamente a 650 escalones del suelo, que hay que subir descalzos o con calcetines.
Sravanabelagola
Finalmente mi mención de honor va al Big Banyan Tree.
No figura en las guias, y algunos locales no lo conocían, pero Mahesh me llevó y yo ví el bosque de mi vida. Un único árbol banyan cuyas ramas descienden al suelo plantando hijos e hijos de sus hijos está es el origen de este espectáculo mágico, de troncos, ramas, hijos y abuelos entrelazados sinfín, un poco una parabola de la India en si.
Para el curioso que viaje a Karnataka, dejo unos nombres de referencia, pero mi mas sincero consejo es que la experiencia mas inolvidable, como siempre, es la de compartir ese periodo de vida con un local, y por él dejarse llevar.
En Bengaluru:
Tipu Palace (Palacio de Tipu)
Lal Bagh (Jardin botanico)
Shiva Statue (Estatua de Shiva en recreación del Himalaya)
Bull Temple (Templo al toro Nandi)
Iskon temple (Templo Krishna)
Karnataka Chitrakala Parishath (Museo de Arte)
Gavi Gangadara (un templo construido bajo una única piedra, con pasadizos de apenas 1m de alto)
Cubbon Park
Alrededores:
The Big Banyan Tree
Mysore y Shirangapatana
Belur y Halebid
Sravanabelagola
Talakad y Sivasamudram (cataratas impresionantes, a visitar sólo en periodos húmedos, no como yo que pasé 12h en coche para verla en estado álgido de sequía)