Hace poco volví a colaborar con la revista Aseguradores, con un articulo de Londres. Venimos colaborando desde hace meses y ya publicaron la entrega de "El diario de Karnataka" sobre la India y "La Casa de Román Delgado" sobre Cuba. Esta vez me pidieron Londres, y bueno ahi va!
Londres y el sueño herido
En Londres se aterriza a lo largo de la vida, en un momento u otro, por trabajo, por estudios, por ocio, por amor, por miedo, con distintas edades y distintos sueños. Pero el caso es que en Londres se aterriza siempre en algún momento.
Tiene algo de sirena que nos canta y embelesa con su aurea enigmática y las leyendas urbanas que se nos cuentan, tiene algo de ídolo de rock y también de abuela cocinando un pastel de carne y patatas, y como el caballo tras la zanahoria, inevitablemente nos vamos a Londres para vivir nuestra experiencia londinense. Y no inglesa, porque Londres no es de los ingleses.
Yo llegué a Londres con 24, llorando y con dos maletas y me fui también llorando con muchas cajas y una gata. Me quedé cuatro años enteros aunque siempre digo que fueron 5 por una cierta tendencia a la exageración que tengo, finalmente fueron solo tres años y medio. Aterricé en Heathrow por todos los motivos descritos, incluyendo el amor y el miedo, y ya allí hice lo propio: trabajé, estudié, y viví. Y en ese tiempo conocí todos los Londres, todas las caras, y los perfiles también.
Sentencio que Londres puede ser mágica, hasta casi un año entero. Después, desvestida y resentida, deja de fingir para ti. El Londres que sigue ya no es asombroso ni increíble, es duro, amargo y cruel. Los eternos inviernos nevados, la falta de luz (no ya sol), los tomates que no saben a nada y la violencia que no se cuenta pero que se deja sentir, hacen mella, se te crispan las manos y la frente, y te salen nuevas canas. En realidad es casi una obviedad que vivir en una ciudad no puede ser lo mismo que ir de visita, pero a veces no queda claro qué es mejor. En el caso de Londres no cabe la menor duda, Londres es fantástico, solo de visita.
Engañado y con frio en los pies, descubres que has perdido a la sirena, a la abuela y que ya no te gusta el rock pero hay luz al final del túnel, urdes un plan desesperado de socialización y consigues tener visitas casi todos los meses que te sacan de paseo y te devuelven el Londres de cuando lo viste por primera vez, con los parques, los mercados, los restaurantes y los autobuses rojos. Y es que Londres es mítico, esa corona no se la puede quitar nadie.
El Londres bueno, el de los turistas.
Enfrentarse a un mapa de Londres no es tarea sencilla, las distancias son enormes y los posibles crecen como los enanos del circo del ese que tiene mala suerte: parques, mercados, museos, edificios emblemáticos, musicales, bares, tiendas, barcos. Además hay que tener en cuenta su terriblemente impuntual y absurdamente frágil red de transportes.
Para una cultura que valora más su independencia y espacio vital que tener dientes o comer sentado su íntimo y estrecho metro te deja perplejo. Mientras te sientas en asientos de tela tratando de evitar que te cuenten su historia centenaria y te vas rozando con tu vecino haces cábalas de las conexiones que deberás realizar teniendo en cuenta las líneas cerradas, que cambian a diario, así como los motivos de cierre.
Pero intrépidos aventureros los turistas, ellos siempre se enfrentan al mapa de Londres, y al de cualquier ciudad que se cruce, y así todos en nuestros viajes acabamos memorizando las estaciones de metro y hablando del Soho como si fuera nuestro.
Nombres como Hyde Park, Candem Town, Portobello Market, Brick Lane, Big Ben, Houses of Parliament, Tower Bridge, Trafalgar Square, Picadilly Circus no son nombres que puedan dejar indiferente a nadie. Primero por impronunciables muchos de ellos, y quién nos iba a decir a los extranjeros que Tottenham Court Road, plaza importante dónde el mítico musical de Queen y punto de partida del centro de Londres (en uno de sus extremos claro) se pronuncia "Tot'nam kert road", o que dios se apiade de tu alma si no llamas a Southwark, "Sadark" como ellos dicen. El porqué es la regla por excelencia del inglés: porque es así. Sacados de un anuncio de champú, los ingleses y por antonomasia los Londinenses hacen las cosas como quieren porque ellos lo valen.
Esto lo aprendí en un excepcionalmente cálido día de verano. De turismo cerca de Buckingham Palace se notaba un calor inusualmente pesado y así debían resentirlo los locales. Un grupo de ellos se quitaron los zapatos y remangados los pantalones aquellos que no llevaban falda, se metieron directos en la equivalente de la Cibeles, el monumento a la Reina Victoria frente al palacio a mojarse los pies y piernas. Allí donde fueres etc… así que me uní a ellos y sentaditos en el borde de la fuente chapoteamos y nos refrescamos. Aproveché este aparente momento de conexión social y les pregunté si eso no estaba prohibido.
Me contestaron con cierta perplejidad: " Prohibido? Acaso no pago mis impuestos? La fuente es mía y tengo derecho a usarla". Hombre, visto así...
Las maravillas de la corona
Empezar por los mercados es quizá un sesgo importante, pero lo cierto es que no importa el punto de partida, todo se entremezcla en esa gran malla que sujeta el Támesis y se llama Londres.
Candem Town no tiene igual, nunca lo tuvo. A día de hoy es un monstruoso gigante que nace en la parte conocida como "Stables Market" un antiguo hospital veterinario para caballos y se va agrandando formando otros complejos como Candem Lock y Canal Market. Candem es un lugar mágico, un laberinto caótico lleno de extravagancias y maravillas, y pareciera que de las cuadras del mercado surgen todas las tribus urbanas y que todas vuelven a él para renovarse: los punks más punks, los góticos más góticos, y también los estilos que ya por cuestiones de edad no sabemos qué son.
Parte del atractivo es indiscutiblemente comprar cosas, pero también comer, beber, y pasear. Aunque hay puestos de comida repartidos en cada esquina (un inglés con hambre no es un inglés feliz) hay un área donde se concentran la gran mayoría de puestos y la oferta es enloquecedora, comida china, vietnamita, japonesa, griega, libanesa, hindú, pakistaní, marroquí, pizza, noodles, hay de todo y es siempre una pesadilla elegir. A modo de consejo en general, a partir de las 5 cuando el mercado ya va a cerrar los puestos abaratan sus precios para no tirar la comida y te llevas por 1 pound lo que antes costaba 5.
Por cierto, la moneda del pound es muy similar a la de 100 pesetas y se siente una sensación muy cálida al usarla.
Spitafields Market.
El mercado en sí, bajo una estructura de hierros como si fuera una pieza de un Eiffel principiante, tiene un tamaño recogido y asumible, ofreciendo especialmente comida ecológica y artesanía fashion. Pero el concepto de Spitafields no acaba en el mercado, este se proyecta por la famosa calle de Brick Lane
y alrededores, llenándolas de mercados alternativos de jóvenes diseñadores y artistas que conviven con tiendas de artesanía y objetos de segunda mano, galerías de arte, pubs de moda, infinidad de restaurantes y puestos ambulantes. Este área conocida como Shoreditch como ocurre a veces era un área mísera y pobre que resurgió de sus cenizas gracias a los artistas bohemios que los convirtieron en uno de los puntos más trendis y cools de la capital.
Si pasarais por allí hay una parada obligada: Brick Lane Beigel Bakery (159 Brick Lane).
Aunque son famosos por su infinidad de beigels y panes, de lo que ningún ser humano puede prescindir es de los beigels de carne y mostaza (Hot Salt Beef Beigel with mustard).
Ahora bien un consejo de experto, os preguntarán si queréis mostaza, si querréis mostaza pero la mínima que os puedan poner, quedaros con eso.
Pica mucho....
Portobello Market
Este mercado de calle abre exclusivamente los sábados y no perdona: cierra sobre las 2. Situado en el West End es más pijo que los anteriores pero no por ello menos recomendable. Es un mercado grande donde pasar la mañana, paseando por sus diferenciadas áreas: antigüedades, verduras y alimentos orgánicos, ropa de jóvenes diseñadores, y aun a día de hoy, varias de las piezas más chulas de mi armario salieron de ahí.
Recorriendo los mercados uno recorre Londres, básicamente, y de oca en oca puedes acabar en Chinatown, en el centro del Soho mismo. Tras unos arcos de entrada aparentemente chinos se accede a un núcleo de tiendas y restaurantes chinos dónde se puede comer y comprar versiones occidentalizadas de su gastronomía o la versión real de la misma. The real deal!
Y esto es aplicable a muchas culturas, asentadas todas en ellas en Londres, hay áreas que surgen casi directamente de Bangladesh (Whitechapel), otras de regiones de India (Totting Broadway), otras de Jamaica (Brixton) y al margen del impacto social profundo que eso conlleva, hay que destacar que Londres te permite entrar en contacto con el mundo con solo cambiar de calle y eso siempre enriquece.
Covent Garden
Covent Garden ya escapa a la definición clásica de mercado, ese quizá es su aspecto menor, es un edificio en el centro de una plaza y a su alrededor se mueve el arte y el espectáculo. Es un rincón particularmente bello de la ciudad y es sabido que los artistas callejeros pasan duros castings y listas de espera interminables para actuar allí.
Y asi es como ya iniciados en recorrer plazas las veremos todas, incluida la inescapable Trafalgar Square dónde siempre está sucediendo algo. Construida en homenaje a la batalla de Trafalgar en la que victoriosos los ingleses derrotaron a unas temporalmente aliadas armadas Española y Franceses, se considera a Charing Cross (dónde se encuentra la plaza) el centro de Londres y desde allí empiezan las millas.. Se dice que el metal utilizado para esculpir los cuatro legendarios leones proviene de los cañones de la vencida flota francesa y a uno le cuadra, dada la historia de amor odio que comparten con los franceses.
Imagen de Churchill- foto archivo
Hay un gesto que hacen los ingleses con los dedos índice y corazón abiertos en V y el dorso de la mano hacia la persona a la cual dirigen el gesto. Ese gesto es peor que enseñar únicamente el dedo corazón y aparentemente también viene de los franceses. Durante la edad media, los ingleses usaban el llamado arco largo inglés en sus batallas y con ellos causaron estragos en las tropas francesas durante la Guerra de los Cien Años. Para usarlo eran necesarios esos dedos y el mito cuenta que los franceses cortaban los dedos de la mano derecha a los arqueros capturados que así no podrían volver usar su arma. Alzar ambos dedos sería el desafío de aquellos que no fueron mutilados y persiste hoy, aunque me consta que pocos piensan en los franceses y en los arcos al hacerlo.
Desde Trafalgar Square uno puede ver el Big Ben, aunque este es el nombre de la campana que se encuentra dentro de la Torre Reloj y no el nombre del reloj, que no tiene nombre. Esta Torre es solo el comienzo de las majestuosas Houses Of Parliament un palacio neogótico construido allá por el SXI poco antes de la construcción de la Westminster Abbey junto a él, y que se incendió en 1834 casi íntegramente.
Londres y el gran incendio
Los londinenses le temen al fuego más que los vampiros al sol. Uno creería que un incendio que ocurrió en 1666 no permanecería tan latente en la memoria de los londinenses, más craso error. Una de mis mejores amigas londinenses me dio como regalo de despedida una alarma anti-incendio pues llevaba años en shock sabiendo que no los usábamos en España. Le agradecí el regalo pero le dije que lo vendería en ebay. Lo cierto es que el gran incendio de Londres dejó sin hogar a 1/6 parte de la población y fue una de las mayores calamidades acaecidas en la historia de la capital. En su memoria se erige el monumento “Monument” una columna de más 60 metros de alto en la zona del mismo nombre.
Pero Londres ha ardido varias veces, al menos por zonas, y creo que es esto lo que mantiene el fuego tan presente en sus memorias.
Tower of London es el corazón de Londres pero tiene unos cuantos fantasmas en el desván.
Aunque su principal función no fuera la de prisión, al menos hasta ya entrado el SXVI, este es un uso bien conocido, y de una manera u otra, todos lo imaginamos repleta de salas de tortura y muerte. Lo cierto es que las ejecuciones se realizaban en Tower Hill una colina al norte del castillo y que el castillo albergaba la casa de la moneda, registros públicos, armerías entre otros pero vienen siendo muchos datos y lo que perdura es al aurea temible de la torre. Como ocurre con estas cosas, y sino usemos como referencia Alcatraz, con el paso del tiempo se convierten en atracción turística y hoy en día es un “must see” londinense.
Tower bridge
Y el resto de visitas obligadas incluye varios de sus parques, especialmente Hyde Park y Regent´s Park, museos (gusto personal el Tate Modern), y salir de noche, a elegir entre Old Street y Hoxton Square, Brick Lane y el mismísimo Soho.
Hyde Park
Son tantos los aspectos que merecen mención que uno debiera siempre escribir sus memorias tras su visita a la capital británica, pero en la vida uno tiene tiempo para lo que tiene tiempo y se queda siempre con las memorias que más le llenan:
Yo amo y odio a Londres casi por igual y que quede claro, Londres NO es Inglaterra.
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